La resistencia al glifosato.
La superficie total mundial sembrada con cultivos transgénicos alcanzó en 2011 las 160 millones de hectáreas, representando un incremento de 12 millones de hectáreas por año, desde el incio de su producción en 1996. Asimismo, el número de países en que se introdujeron estos cultivos se incrementó de 6 en 1996 a 29 en 2011. Estados Unidos, seguido de Brasil y Argentina son actualmente los países con mayor adopción de esta tecnología.
La resistencia a herbicidas es la característica dominante de los cultivos transgénicos, representando el 60 % del total sembrado (95 millones de hectáreas), de las cuales 75 millones corresponden al cultivo de soja.
El éxito de esta tecnología obedece principalmente a dos factores: por un lado, la simplicidad en el manejo de malezas, lograda mediante el uso de un solo herbicida, glifosato, sin generar daño al cultivo, con mayor eficacia y flexibilidad de uso y, por el otro, el menor costo en relación a la tecnología aplicada antes de la aparición de la soja transgénica.
Cuando un solo herbicida es utilizado masivamente en un sistema de cultivo, el espectro de malezas presentes va modificándose en el tiempo, comenzando a dominar en la comunidad aquellas especies que sean más tolerantes, resistan y/o "eviten o escapen" a las prácticas aplicadas.
La aparición de una población resistente es producto de la diversidad genética naturalmente presente en la población y la presión de selección ejercida en este caso por la acción del herbicida. En el registro internacional de malezas resistentes se citan actualmente 23 especies con biotipos resistentes a glifosato y particularmente 5 en Argentina.
Las malezas son la adversidad biótica de mayor importancia económica. Para evitar consecuencias tales como la generación de resistencia, es necesario adoptar estrategias de manejo que integren prácticas agronómicas con objetivos a mediano y largo plazo (disminuir el tamaño de la población de la maleza) por encima de la mera aplicación de una práctica tal como la aplicación de herbicidas con objetivos de corto plazo (reducir los efectos de la competencia durante un ciclo de cultivo).
La rotación de cultivos y de herbicidas con diferente mecanismo de acción y la complementación con otras prácticas de manejo (ajuste de densidad de siembra, diseño y arreglos espaciales, fechas de siembra, reducción de la dispersión de semillas en cosecha, etc.) llevaría a una mayor sustentabilidad de la tecnología de uso de herbicidas.
En consecuencia, es necesario capitalizar la experiencia del uso realizado del glifosato para generar acciones proactivas que lleven a evitar el surgimiento de biotipos de malezas resistentes y otras como la contaminación de los recursos. El uso sustentable de toda tecnología requiere un profundo conocimiento de la misma, tanto de sus fortalezas como de sus debilidades.
Fuente: Scursoni, Julio (docente FAUBA); La resistencia al glifosato, en foco. Clarín Rural, 01/09/2012.